Por: Ling Almánzar
SANTO DOMINGO.- Ha trascendido que Carolina Ureña Polanco, la joven de apenas 20 años que fue asesinada a cuchilladas el pasado miércoles en Bávaro, llevaba una relación marital tan tormentosa con su cónyuge, que este incluso llegó a decir que la matarían porque ella quería dejarlo y volver a su natal Puerto Plata.
Según testimonios, los pleitos entre la pareja eran muy frecuentes y se tornaban cada vez más violentos. Tanto así que nunca publicaron sus amoríos ni su relación sentimental, y en las últimas semanas estaban separados dentro de la misma casa. En una habitación dormía ella al lado de la cuna de su niña, de apenas un año y tres meses de nacida. En otra habitación dormía él. A pesar de esa aparente separación, él la sometía a maltratos y escasez.
Así las cosas, Carolina vivía en un verdadero infierno por los constantes maltratos a que él la sometía en el residencial de Bávaro donde vivían juntos. Maltratada y oprimida, ella le decía a sus padres lo que estaba pasando y se quejaba de que él no era lo que les hacía creer.
La relación era ya inaguantable, pues las peleas subían de tono y producían acalorados episodios de violencia. Sin embargo, el hombre era muy generoso con los padres de Carolina y especialmente con la madre, con quien se llevaba muy bien. La relación nuero-suegra era bastante fluida por la generosidad del hombre, y eso frenaba la ruptura definitiva entre los cónyuges. Además, el hombre le hacía creer a su suegra que la problemática era su hija, por lo que la madre la regañaba y aconsejaba.
Pero la decisión estaba tomada: Carolina quería librarse de ese infierno y rehacer su vida, en mejor compañía. Se decidió que se iría muy pronto.
Incluso, su madre Nalda Polanco fue a buscarla para sacarla del tormento que la azotaba, y su padre Manuel Ureña le mandó 5 mil pesos para que Carolina volviera a Puerto Plata después de tantos años.
Cuando Nalda llegó, comprobó por sí misma las quejas que le daba su hija. Ella se quedó unos días en el hogar compartiendo habitación con su hija, y presenció pleitos y discusiones entre ellos. Es más, en la víspera del crimen la pareja se peleó y en medio de un acalorado arranque, él dijo lo siguiente:
“A ti te van a matar, ya todo está arreglado. Yo he matado antes”.
Al escuchar esto, Nalda trató de apaciguar los ánimos y dijo que no siguieran discutiendo.
“No relajes con cosas así, con cosas así no se relaja”, agregó.
El día trágico
Nalda llevaba varios días en la casa esperando que llegara el viernes para llevarse a Carolina. Pero la tragedia se apresuró y le arrebató a su hija. El hombre decía que las cosas terminarían bien, pues la jovencita se iría con Nalda.
En la mañana del miércoles, el hombre le pide a Nalda que le vaya a limpiar uno de sus negocios, a lo que la mujer accedió de inmediato. Entonces él deja la llave al alcance del seguridad Yefri de Jesús López, quien apenas tenía tres días trabajando allí.
Yefri aprovecha que ambos salen y que Carolina se queda sola en la casa. Entonces penetra a la misma habitación y le entra a cuchilladas a la joven, que apenas si logra defenderse con un cuchillo. En el incidente, el criminal deja su reloj en el piso ya ensangrentado, mientras la niña descansa en su cuna.
Cometido el crimen, Yefri va a un baño y se lava las manchas de sangre, y después se escapa, dejando tras sí a una joven asesinada en la flor de su vida. Carolina murió al lado de la cuna de su niña; allí la encontraron en ropa interior, sin señales de que querían violarla.
El cónyuge, impertérrito y frío todo el tiempo, observa la escena criminal y baja del tercer piso para decirle a Nalda -que ha acudido a ver qué sucede- que un seguridad se metió a la casa y mató a su hija, y hasta le confiesa que él mismo oyó cuando la estaban matando.
Entonces la mujer le reclama que por qué no hizo nada para defender a Carolina. Cuando sube y mira el crimen, se desploma de tristeza y llanto, mientras solo atina a tomar y llevarse a la niña, que ya estaba gritando.
Una flor marchitada
Carolina, nacida en Puerto Plata, solo tuvo un hermano de padre y madre: Pablo Ureña Polanco. A los 12 años se trasladó a Bávaro acompañando a su madre, que trabajaba en esa zona. Manuel y Nalda tenían algunos años separados; el primero formó otra familia.
En Bávaro, Carolina inició una vida nueva y conoció al hombre que la mudaría y con quien terminaría su corta vida.
Juntos procrearon una bebé, nacida en mayo de 2020, en plena pandemia. En los primeros días del embarazo, Carolina se graduó de enfermería. Al momento de ser terriblemente asesinada, quería trabajar y ver a su hija crecer, con deseos de vivir más que antes.
El hombre, de 54 años, era mucho mayor que Carolina, tanto que esta podía ser su hija. Llevaban ya casi tres años de relación, y él la mudó en un lujoso residencial de una privilegiada zona de Bávaro.
El hombre posee mucho dinero y es un comerciante con socios rusos y muy acaudalado. Sin embargo, antes de lo sucedido se declaró en bancarrota y puso sus bienes a nombre de una socia rusa.
Así pues, su peculio y sus relaciones de poder lo protegen, pues tenía mucha influencia en la zona.
Por eso mismo los familiares de Carolina exigen justicia y afirman que algunos quieren encubrir al hombre.
Nalda y su nuero fueron detenidos en un primero momento. A ella la soltaron y él aún sigue detenido para fines de investigación. El seguridad, apresado en Pedro Brand, dijo que trató de violar a Carolina. Como solo tenía unos días trabajando en el residencial, apenas pudo ver a su víctima, pues Carolina salía muy poco de la casa.
¡La familia quiere justicia!